Por: Ernesto J. Navarro
Fotos: Iñaki Juárez
Publicado originalmente el 25 de febrero de 2017 en RT
Lucio Urtubia es quizá el referente vivo
más importante del anarquismo mundial. Nacido en Navarra (España, 1931), de una
familia campesina, ha sido protagonista de la historia rebelde de casi todo el
siglo XX.
Multifacético a pesar de tener un solo
oficio, ha sido descrito por José Mari Esparza, editor de sus memorias como
"heredero de la pólvora rebelde, se encontró disparado en un desierto, y
tuvo que iniciar su revolución en solitario, haciéndose un inadaptado al
franquismo, un desertor del ejército, un 'robador' al Estado, un contrabandista
vasco, un emigrante".
Urtubia ha sido en esencia un albañil. Uno
muy particular, un obrero de la construcción que ejecutó una hazaña que lo
visibilizó en el planeta entero como un héroe al estilo 'Robin Hood': puso de
rodillas al First National City Bank, falsificando cientos de 'travellers
checks' (cheques de viajero) que, entre enero 1980 y diciembre de 1982,
inundaron Europa y varios países de América Latina.
Pero Lucio Urtubia no es un ladrón, sino un
militante libertario, un eslabón en una larga cadena de militantes
revolucionarios que se valieron de "operaciones de recuperación de
dinero" para apoyar a quienes luchaban y a los que necesitaban. Ese
episodio no tiene comparaciones en la historia y aunque estuvo preso unos meses
por aquella operación, jamás la Policía francesa pudo ubicar las planchas de
impresión de los cheques.
Finalmente, el poderoso City Bank, tratando
de evitar la quiebra, entabló un tratado de paz con el albañil, como los que
suscriben las partes al final de una guerra.
La vida del constructor anarquista ha sido
retratada en libros, películas y una larga lista de canciones de todos los
géneros. Hoy está retirado del oficio de albañil, más por la edad que por sus
ganas, así que Urtubia convirtió su casa en 'L'espace Louise Michel' (el
espacio Louise Michel) donde cientos de personas acuden cada año a charlas,
conferencias, debates, exposiciones y proyecciones cinematográficas.
Urtubia acepta las entrevistas solo porque
siente el deber de transmitir su experiencia de lucha a las juventudes del
mundo. Este luchador de casi 90 años sigue imponiéndose
proyectos que lo mantienen activo y utópico.
EJN: Lucio, en la actualidad ¿se puede dar
un golpe al capitalismo como el que usted dio al First National City Bank?
L.U.: ¡Claro que sí! Todo puede hacerse,
pero debe tener una intención. Quiero dejarte claro algo, yo no estoy en contra
de las riquezas, porque nadie es más que nadie, somos diferentes. Hay gente que
es capaz de crear y otra que no. Hay gente que aunque les des lo que quiera, no
hará nunca nada. Pero sí estoy en contra de la utilización que se le da a la
riqueza. Si el dinero sirve para humillar a las personas, para bombardear a los
pobres en África y en todos los sitios, entonces sí estoy en contra. Ojalá que
todas las riquezas sirvieran para hacer escuelas. Aquí en Francia hay un
gilipollas que se llama Manuel Vals, que constantemente repite que había que
crear más cárceles, y yo no deseo prisiones ni para mis enemigos.
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Lucio Urtubia, ftografiado por Iñaki juárez en Francia mientras conversaba vía teléfonica con Ernesto J. Navarro en Caracas |
EJN: ¿Qué destino tuvo el dinero robado al
First National City Bank?
L.U.: Jamás fue para beneficio personal. Yo
no necesito eso para vivir. Cuando se es pobre, uno aprende a vivir y a crear
con poco. Ayudé a muchas personas que luchaban (vascos, tupamaros, montoneros,
etc.). Y en aquella época ese dinero sirvió para socorrer a presos, a sus
familiares, para crear infraestructuras.
Pero llega cierto momento en que tienes que
calmarte porque ya no puedes continuar, porque tus enemigos están muy
presentes. Para mí el honor y mi riqueza es poder tener mi puerta siempre
abierta.
EJN: ¿Qué atesora usted?
L.U.: Nada. Aquí donde yo vivo (rue des
Cascades, París), podría tener un restaurant, una garaje, una tienda, pero no.
Yo soy más rico y me veo con una riqueza única, no necesito nada de nadie
porque tengo mi pequeño retiro y mi hogar. Aquí mismo funciona el espacio
cultural 'Louise Michel'. La puerta siempre está abierta. Hoy, por ejemplo han
venido colombianos, después unos vascos, luego más gente. Yo creo firmemente en
compartir, porque eso no es una cuestión económica, no es riqueza solo lo económico.
Las riquezas son otras también y esas son las que hay que repartir.
EJN: En una sociedad como la actual, ¿el
anarquismo tiene posibilidades?
L.U.: Hoy más que nunca el anarquismo tiene
posibilidades de realización, y es una necesidad. Porque en el anarquismo hemos
creído en la gente, en lo que es capaz de hacer la gente. Yo no soy creyente a
nivel de la jerarquía religiosa, pero hay religiosos que son muy buenos y que
hacen cosas muy buenas, yo no puedo estar en contra de eso. El individuo es lo
que hace.
Hoy la gente quiere hacer cosas grandes con
los otros y eso no es el centro del problema, hay que empezar por uno mismo.
Este mundo carece de ejemplos, pero los ejemplos tienen que venir de cada
individuo. Yo creo en los pobres, que no tenemos confianza en nadie y que
dudamos de todo. Pero no nos damos cuenta que somos nosotros los creadores de
todas las riquezas.
EJN: Lucio ¿qué significó para usted ser el
hombre más buscado por la gendarmería mundial del capitalismo?
L.U.: ¡Un honor! Y eso lo digo a donde
quiera que voy. Por ejemplo, han hecho mil emisiones sobre mí, y casi siempre
me preguntan si me da vergüenza haber robado. Yo siempre les digo que fue un
honor y que creo que el 99 % de la gente si pudiera hacer lo que yo hice, lo
haría. Yo lo hice y era un ignorante, un inocente, pero supe rodearme de
personas que sabían más que yo en todos los aspectos. Me junté con mucha gente
inteligente, con muchas buenas personas. ¡Qué placer haber estafado al mayor
banco del mundo! Un desgraciado como yo… por eso digo que fue un placer y un
honor.
Es lo que preconizo: no hay que tener
respeto a lo que no lo merece.
EJN: ¿Qué opinión le merece la victoria electoral de Donald Trump?
EJN: ¿Qué opinión le merece la victoria electoral de Donald Trump?
L.U.: Yo creo que es un hombre muy bruto y
que hace las cosas que le salieron bien para crear una empresa. Pero una
empresa no es nada comparada con un mundo, este mundo es otra cosa y Trump no
es alguien que dé ejemplos. Trump es un hombre que se cree grande y yo no creo
en esas grandezas. Yo creo en la gente humilde que lleva a cabo acciones
pequeñas que son las que se vuelven grandes. Los árboles crecen, los animales
crecen, un encuentro casual puede ser determinante para cambiar algo en
nosotros mismos.
EJN: ¿Cómo le va a la España actual?
L.U.: La España de hoy está bastante mal.
Hace unos días estuve reunido con mi amigo vasco Arnaldo Otegui y le dije
"¡No hay que correr!" El desastre, por ejemplo, del amigo Pablo
Iglesias ha sido el poder. Él ya está en el poder y ¿qué es lo que hace una vez
allí? ¡Nada! El individuo cuando llega al poder ya no tiene que hacer nada. Somos
nosotros, desde abajo, los que tenemos que hacer. ¡Jamás, jamás ha habido un
ser humano decente que haya llegado al poder! Hubo uno, (Salvador) Allende, una
buena persona ¡Ya sabes que era anarquista! Pero los poderes estropean a la
gente.
EJN: ¿Entonces no hay opciones?
L.U.: Si las hay, tenemos que dar. Venimos
al mundo sin nada, no tenemos nada. Creo que lo que debemos hacer es dar,
compartir. Hacer para dar. Si uno da, recibe. Si no das no eres nada, eres un
miserable. Todos, incluso los pobres podemos dar.
EJN: ¿Qué ha significado para usted
envejecer?
L.U.: Envejecer es la vida. De la única
gente que tengo celos es de la juventud. Es que me gustaría ser joven porque
este mundo se puede cambiar, estoy más convencido que nunca que este mundo se
puede cambiar. ¡Y claro! Yo querría ser joven para beneficiar a los jóvenes de
mi historia de lucha, decirles todo lo que se puede hacer.
EJN: ¿Envejecen las ideas?
L.U.: ¡No! Yo tengo 86 años y estoy cada
vez más convencido que este estado de cosas se puede cambiar, pero hay que
tener la paciencia y darle continuidad a lo que se piensa, y uno piensa lo que
ha vivido. Yo aprecio que en este mundo vivimos al revés, hacemos lo contario
de lo que deberíamos. Vivimos de una forma tan engañada, tan burra, tan inútil
en todos los aspectos. Cuando digo que el mundo puede cambiar es porque es una
necesidad y en cierta época yo no tenía ni pan ni alpargatas, pero ahora hay todo,
y aun así todo está por hacerse.
EJN: ¿Tiene usted un mensaje para la
juventud de ahora?
L.U.: Que hay que luchar, que las cosas no
caen del cielo. Que la juventud puede hacer mucho y cambiar el mundo. Hay que
empezar por lo poco, y las pequeñas acciones una vez que se han sembrado,
pueden resultar muy eficaces. Además hay miles de cosas que vivimos y que no
determinamos, es el universo y uno no sabe ni por qué, pero sin la lucha no se
hace nada.
A los jóvenes que me visitan les digo:
"uno es lo que hace". Si uno vive sin hacer nada, únicamente comer,
beber y dormir, entonces actúa como un animal. Te repito, yo tengo 86 años, si
mañana me muero, solo me iría celoso de la juventud, porque ellos pueden vivir,
pueden luchar y pueden seguir… pero estoy contentísimo de haber luchado.
El caso es hacer, hacer y hacer. Me repito:
hacer para dar. Todos podemos, incluso los pobres. Cuanto más pobres, más
podemos dar.
EJN: A sus 86 años, ¿sigue siendo albañil?
L.U.: ¡No!, ahora ya no puedo trabajar, soy
un 'viejico'. He salido esta mañana del hospital porque debo operarme del
corazón el 14 de marzo. Pero sigo ayudando con lo que puedo. Tengo 20
conferencias programadas y cuando esté recuperado empezaré de nuevo a hablar,
porque estas cosas que hablamos son una necesidad. A mi edad no tengo odio a la
gente rica, solo me da rabia que no sepan utilizar lo que tienen. En vez de
malgastarlo en bombas, en guerras, en humillaciones, habría que gastarlo en
educación y cultura ¡La cultura y el conocimiento son la fuerza!
Incansable luchador
Próximo a los 90 años de edad, Lucio sigue
siendo un militante anarquista que no se da descanso a sí mismo. Urtubia repite
sin descanso que todo cuanto hizo fue producto de un trabajo colectivo, a pesar
de su esfuerzo personal. No se cree un héroe, porque "los gestos heroicos
van de la mano de errores graves y cuando se mitifica a una persona se tiende a
santificar incluso sus errores".
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